Pese a la alarmante información, el documento de IPBES asegura que aún estamos a tiempo de hacer un cambio positivo para restaurar y conservar la naturaleza. Uno de los investigadores que ha colaborado con la institución entrega una mirada sobre la realidad nacional y regional.
La naturaleza está disminuyendo a niveles sin precedentes en la historia de la humanidad, así como las especies, cuya tasa de extinción se está acelerando. Esto no solo provocará graves impactos en la biodiversidad, sino también en la calidad de vida de las personas de todo el mundo. Esta fue una de las conclusiones del histórico informe de la Plataforma Intergubernamental Científico-Normativa sobre Diversidad Biológica (IPBES), cuyo resumen fue aprobado en la séptima sesión que tuvo lugar en París, Francia.
“En el caso de Chile, este es un deterioro que se ha dado paulatinamente. Es difícil que las personas se den cuenta porque estamos aún en una etapa de degradación constante de los ecosistemas. Todavía tenemos suficientes ecosistemas naturales como para no darnos cuenta de que los estamos perdiendo, a diferencia en Europa que ya casi no tienen” advierte Aníbal Pauchard, científico del Instituto de Ecología y Biodiversidad (IEB) y de la Universidad de Concepción, quien ha sido uno de los chilenos que ha colaborado con el organismo para el informe sobre las Américas.
Fue, precisamente, el reporte sobre el continente el que sirvió de insumo para el actual informe global del estado de la biodiversidad, el primero desde el año 2005 y el más completo jamás realizado hasta ahora.
Para aumentar la relevancia de la evaluación en las políticas públicas, los autores clasificaron, por primera vez a esta escala, y basándose en un análisis exhaustivo de la evidencia disponible, los cinco impulsores directos de la transformación de la biodiversidad global: el cambio en el uso de suelo y el mar, la explotación directa de organismos, el cambio climático, la contaminación y las especies exóticas invasoras.
Si bien estos factores son los mismos para los distintos continentes y regiones, varían en importancia y predominancia
En el caso de Sudamérica, por ejemplo, uno de los factores predominantes “ha sido el cambio en el uso del suelo, porque afortunadamente aún tenemos bastantes ecosistemas naturales, pero son esos mismos los que han sido afectados por una economía extractivista, fundamentalmente basada en el reemplazo de estos ecosistemas por actividades que son, económicamente, ‘más beneficiosas’ o rentables, como la agricultura, las plantaciones forestales, la minería y la ganadería”, señala el investigador del IEB.
Similar ocurre a mayor escala, ya que más de un tercio de la superficie terrestre del mundo y casi el 75% de los recursos de agua dulce se destinan a la producción agrícola o ganadera.
Pauchard, quien también es director del Laboratorio de Invasiones Biológicas, agrega que “en el informe se relevan a las especies invasoras entre las causantes importantes de esta declinación de la biodiversidad, y en Chile recién estamos viendo esos impactos.”
“Por eso tenemos que evaluar cómo estamos haciendo el comercio internacional, qué especies estamos trayendo y hacer un análisis de riesgo”, propone.
Uno de los aspectos claves que rescata el informe de IPBES es cómo el creciente declive de la biodiversidad reduce, a su vez, las contribuciones de la naturaleza a las personas, lo que se denomina como “servicios ecosistémicos”. Esto incluye desde el acceso al agua, seguridad alimentaria, hasta elementos más indirectos como la pérdida de diversidad cultural de las comunidades asociadas a un territorio.
Además, dentro de los más afectados se encontrarían “las personas con menos recursos, las más pobres de una sociedad, quienes van a ver su calidad de vida más deteriorada, y sus posibilidades de subsistencia más complicadas.”
Esto aumentaría y agudizaría los conflictos socioambientales ante el aumento del valor de los ecosistemas naturales que serían cada vez más escasos.
Sin embargo, no todo está perdido.
Los expertos aseguran que estamos a tiempo de conservar y restaurar la naturaleza, pero solo si empezamos, desde lo local hasta lo global, con un cambio transformador. Para tal fin, se requiere una reorganización de todo el sistema a través de factores tecnológicos, económicos y sociales, incluidos elementos profundos como los paradigmas, objetivos y valores.
“Lo que tenemos que hacer es incorporar el costo y el valor de la biodiversidad en nuestra toma de decisiones. No podemos seguir pensando que la biodiversidad, la naturaleza y los servicios ecosistémicos son beneficios que van a estar siempre presentes”, indica Pauchard.
En ese sentido, es necesario dejar la visión de la naturaleza como algo suntuario, adicional o “de documental” para dar paso “a una sociedad en la que consideremos a la biodiversidad como algo esencial para nuestro modelo social, y ese paso no es fácil para el ser humano, no es un paso que sea obvio para la mayoría de las personas.”
Para ello, es fundamental la educación y la toma de decisiones basadas en la ciencia, pensando en el mundo a largo plazo.
“Necesitamos tomar decisiones y evaluar cómo va a ser la Tierra en 100 o 200 años, es difícil pero no imposible. Los que trabajamos en esto tenemos el optimismo de que estos cambios se pueden hacer, que nunca es demasiado tarde, y para países como Chile puede ser más complejo porque estamos en una economía tan extractivista que debemos cambiar ese modelo prontamente”, concluye Pauchard.
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